Está lloviendo, bajo la gran bóveda de la fantasía y
nosotros, nos mojamos, de momento.
La ilusión de una noche de invierno,
hace que el tiempo se detenga y caminar más despacio
cara a la realidad de siempre.
Enfrentarnos a las limitaciones milenarias;
acostumbrarnos a la ilusión de cada minuto, es toda
una vida
necesaria para morir.
Empecemos de nuevo -con la vida- porque la realidad
es como el suspiro de un beso:
Locos enamorados sentados en un parque perdidos en
la gran ciudad.
La ciudad de hormigón y de hierro,
donde se alberga a todos los seres abandonados,
sin morada alguna donde habitar, soñar y amar;
lugar que destruye las ilusiones del hoy y del
mañana,
que es capaz de ahogarnos en su llanto individual, a
diario.
Dejarnos sin aire, entre cristales; transparentarnos
sin vernos.
Expongamos los sentimientos con la única salida:
Visualizar el amor humano capaz de mover
esa montaña de ilusiones y proyectos.
¿Una fantástica realidad?. Está lloviendo y
los
campos -secos- empapan la lluvia del
invierno.
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