GUETOS. IV
La raya que divide todo, aquella con el dolor de piedra y
llama de hielo.
Vísceras acartonadas
de agua de sabores pimientas amargas, la cuchilla desdentada en el bolso del
travestido, desgarrado su cuerpo en las playas del olvido.
Aquellos de mirada dulce y rostros marcados por el tiempo,
suena el silencio en los hogares desolados, jungla de supervivencia, ciudades
salvaje atropello del hambre y el miedo.
La niebla aplasta el suelo en este día de espanto y dolor,
abrirá la luz la palabra y la
palabra cerrará la paz, aquellos que
dialogando tartamudean la verdad.
Cenizas del ave
fénix queriendo volar al abismo, entre
dudas y engaños suelo de rosas junto al yugo alado, mentiras asesinas en los
senados, moscas, abejas, avispas, vuelan dentro de los cerebros cansados.
Aquellos como luciérnagas nocturnas buscando caminos que no
existen, merodeando en las horas del
crimen, asesinos de la creación, con espadas opacas de la hipocresía y la
falsedad anónima.
Somos tan débiles en
la inmensidad amada la clara
verdad del amor, que solo respiramos sensaciones mentales de un placer
diminuto plano. Nos recuperamos lentos muy lento y despacio, amando ilusiones
sin fronteras, en todo aquello que lo humano nos regala, la vida.
Aquellos de sabiduría estrechas que quieren ser presidentes
y directores generales, que no ven más allá de sus narices largas, que les
impiden hablar y razonar, porque se salieron del camino. Su creatividad es
nula, y sus pensamientos son opacos.
Actualizar sus proyectos, conectar sus ideas, obtener sus
beneficios, y automáticamente caracol.
Escondidos en su caparazón de oro.
La vaga y fetiche resoluciones económicas, no salvaran al
mundo, pero si enriquecerán a la mitad, y el resto sufrirá su lujuria y poder.
Aquellos mitad cerebros, aquellos cerebros enteros para soñar y amar.
Aires con olores de selva
virgen, despejaran la usura y la
avaricia, el canto de voces al
unísono de un hombre lleno de amor y vida.
Aquellos de dulces palabras sin sombras, los mansos de papel
filtros en sus manos llenas de lluvia.
Recreando el aletargo y la vagancia, parásitos del triunfo
falso.
Lenguas de fuego desde el sol, nos premia auroras boreales
desde el tierno universo.
Sin hablar entendemos
lo necesario, y sentimos para seguir amando desde este ocaso.
Dime de aquellos que sobran, en las colas del interminable
pasado.
Hablar de los que están siempre llorando y llorar por lo que están siempre callados.
Vasija vacía lleno cántaro.
La mente humana desaloja los océanos.
Somos ricos con un cerebro aún
Por descubrir.
Aquellos, aquellos que yo amo.
De día lloran solos, sin antojo.
La vida cotidiana los perturba en su anhelo
al no poder mirar el aire puro y limpio
del mar, el cielo y el riachuelo juntos.
Aquellos que yo amo.
Rafael Piedehierro Holguera.