No sabía dónde estaba, pues
aquel lugar parecía un almacén lleno de libros. Todos hablaban -entre sí- un idioma parecido,
aunque no lograba entender nada. De pronto saltó uno y me dijo:
-¿Tú eres nuevo por aquí? -Le contesté que sí; y que si ocurría algo:
-¡No, no!, -me dijo-: -Solamente, te
advierto de que tengas cuidado, ya que estos libros son mágicos y no puedes
despertarlos; como lo hagas, te darán la lata y luego te volverán loco.
De pronto, veo volar a Don Quijote de
En las estanterías se oían voces lejanas; pertenecían a los personajes de viejas y nuevas historias, como queriendo salir todos a la vez y contarme sus batallitas, o sus cuentos.
Un caballero con barbas me chistó, diciendo:
-¡¿Qué haces por aquí?! ¿No sabes que esta prohibido merodear por ciertos lugares de luces y sombras?
-No se nada -le dije-; tan sólo estaba mirando los libros...,
-Estos no son libros: son pensamientos enlatados en papel y prisioneros, nos cortaron las alas; -además, me dijo-:
-Soy Séneca, el andaluz de Córdoba; enjaulado en mi libro de oro.
Un murmullo debajo de las estanterías me avisa del peligro que corro en ese lugar, pero sigo rastreando, entre ellas, porque mi tiempo se detuvo, y quiero saber el porqué de todo ésto; si, tan solamente, son libros escritos con letras en un abecedario ordenado y libre.
Los pensamientos creados de muchas mentes prodigiosas, llenas de sabiduría y talento:
Aquel de los molinos de vientos, Miguel, su nombre eterno, el creador de D. Quijote señor, el de los sueños surrealistas y caballero, merodeaba por este jardín, entre marañas de polvo, un ordenado desorden de pensamientos.
En un recodo, en el ángulo metálico de las mágicas estanterías, vi al mismísimo Federico, leyendo su cuaderno original, del “Romancero Gitano”, como se limpiaba las lágrimas de bronce, revoloteando golondrinas alrededor de su cuerpo, ahuyentaba, en su cabeza, a los pájaros.
Su vecina Carolina, las de los bellos ojos; la de pómulos sonrosados, coronados de poemas, de versos de amor; toda su sonrisa iluminaba el espacio: poeta de Almendralejos, luz de Extremadura (Espronceda, sufría en silencio por su amor).
Todos son voces: del ocaso al abismo y del abismo al ocaso. Muchos libros hablando y -yo- sólo escuchando sus letras: El punto, la coma, el paréntesis, la interrogación y la exclamación, riéndose del punto y coma, sin poder estar separados...
Las flexibles
historias del mundo, danzando al unísono; sobre un camino de aire y de polvo, en este desorden de paz; en un silencioso pasado de ausencias, con palabras que gritan.
En el suelo,
un libro se queja: ha sido pisado y le hicieron daño en sus cubiertas: El maravilloso(tan antiguo, como moderno) Kybalión, llora de dolor y soledad; quiere la libertad que anuncia en sus páginas; ser rescatado de su estantería para poder descansar en los pensamientos
más espirituales y profundos.
Un aroma
aterciopelado, desde un rincón, nos comunica olores de siempre: Almizclen,
Hierba buena, Tomillo y Romero...
Miguel Hernández me habla de sus
horas en la cárcel, poeta del hambre, del sacrificio,de la pena y el dolor; durmiendo en
una jaula sin libertad (pero con alas para volar).
Remolinos
de aires nos envuelve en la lectura, Schespeare y Lord Byron, Borges, Salinas, Cernudas, Pacheco, Valhondo,
Lencero, León Felipe, Kavafis, Pasolini, Bod Dylan. Merodean entre las páginas, ordenándo las palabras, jugando con las sílabas, los espacios,
Gala, pasea su bastón.
Dentro de este
templo, de la palabra escrita, nos encontramos a Rosalía de Castro, Carmen Pardo Bazán, Dulce Chacón, Almudena Grande, Mª José Fernández... Todas, expresándose, con versos encadenados: caminos creativos, en el
Universo escrito.
Se mezclan las
ideas, los pensamientos, alrededor de un oasis lleno de estrellas. Una fuerza invisible de sentimientos merodea a
las estanterías, en un mágico pensar. Los hilos del saber florecen en el techo del olvido; y las palabras piden libertad, como queriendo escapar de un
laberinto de intolerancia y despecho.
II
Los libros
almacenados, desean ser adoptados por manos limpias, sedosas, delicadas, sin mancha. Manos purificadas con el único elemento posible: la
Cultura (El poderoso Saber del Hombre y nunca la ignorancia
de la bestia o la oscuridad).
Desde el
abismo más luminoso donde todo ciego ve, hay hadas con sonrisas fotográficas, con luces de
plata. Aquí, Piter-pan, juega con Campanilla; juntos navegan en mares imaginarios con
radiantes sonrisas.
En la bóveda, rosada, de pájaros es donde -el hombre- anida en sus ilusiones. El tiempo está detenido en este templo de cultura solitaria.
Láminas, fotos del
pasado... y un futuro lineal rodeado de
mesas de tertulias; donde se contemplan y se aman, con miradas furtivas:La novela, el ensayo, el teatro, la poesía, la narración, la biografía, se casan con la
luz y las sombras, iniciando un camino con un futuro de
resplandor, sin límite.
Los ecos, lejanos, me avisan de posibles tormentas literarias: Un intruso dando voces, sorprende a la mágica librería. Es un libro nuevo que viene empujando, como un torbellino, con aires caracoleados, entre los entrantes y salientes de cada libro; éste molestando a los otros. Sus hojas se les encresparon; hasta se cristalizaron las letras: Quiere un hueco social, entre las mágicas estanterías (la oportunidad de ser seleccionado y leído, en su “Horizontalidad Sentida”, permanente.
En la Librería Mágica ,
es donde está representada la historia
y el pensamiento de cada escritor(y es un mundo que simboliza la Cultura ): ¡Ah, mi querida Librería!¡No despiertes nunca!,
porque en tus sueños está la vida.
Autor:
Rafael Piedehierro Holguera
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